En una época en la que lo auténtico vuelve a tener valor, pocas historias resultan tan inspiradoras como la del Meló d’Or de Ontinyent. Este fruto dorado, cultivado en la comarca desde hace siglos, se ha convertido en símbolo de identidad y orgullo local, y hoy vuelve a brillar como ejemplo de cómo la tradición puede reinventarse.
El Meló d’Or no es un melón cualquiera. Su piel dorada y su pulpa blanca esconden una dulzura equilibrada, un aroma fresco y una textura única. Pero su valor va mucho más allá del sabor: representa un vínculo entre generaciones, una herencia recuperada por agricultores comprometidos con mantener viva la esencia de la huerta valenciana.
Durante años, el cultivo del Meló d’Or estuvo a punto de desaparecer. Las variedades híbridas y las producciones masivas desplazaron a este fruto local. Sin embargo, la dedicación de los agricultores de Ontinyent y el trabajo de la cooperativa hicieron posible su recuperación, manteniendo intactas sus semillas originales.
Hoy, este melón autóctono vuelve a ocupar su lugar en las mesas valencianas. Su cultivo sigue siendo artesanal, con cosechas limitadas, respetando los ciclos naturales y evitando el uso de químicos. Cada Meló d’Or es una pieza única, recolectada a mano y tratada con el mismo cuidado que un buen vino.
Su versatilidad en la cocina lo convierte en un auténtico producto gourmet. Desde ensaladas veraniegas hasta postres o maridajes con vinos blancos jóvenes, el Meló d’Or conquista a chefs y amantes de la gastronomía. Es un producto que une lo rural y lo contemporáneo, lo tradicional y lo innovador.
Pero, sobre todo, este melón cuenta una historia de territorio y resiliencia. Representa la capacidad de un pueblo por conservar su identidad y dar valor a lo propio. En Bodegas Ontinium, el Meló d’Or no es solo un producto más: es una muestra de respeto a nuestras raíces.
Incorporarlo a nuestra oferta no fue casualidad, sino una declaración de principios. Igual que nuestros vinos y aceites, el Meló d’Or forma parte de un ecosistema donde cada producto comparte los mismos valores: origen, autenticidad y calidad.
Hoy, cuando alguien lo prueba, descubre que no solo está comiendo una fruta: está degustando una parte de la historia de Ontinyent.
Y eso, en un mundo que busca emociones reales, vale más que cualquier etiqueta.

